Nunca te declares.

Es la forma más rápida de perder el poder.

De volverte pequeño.

De convertirte en el premio de consolación.

Cuando un hombre se declara,

le está diciendo a una mujer:

“Quiero que tú decidas si yo valgo.”

Le entrega el marco.

El control.

Y toda la magia se rompe.

Ella deja de verte como misterio

y empieza a verte como un seguidor.

Como un chico bueno que no pudo aguantarse.

Y tú crees que fue romántico…

Pero para ella fue el principio del fin.

Porque las mujeres no se enamoran por lógica.

Se obsesionan por incertidumbre.

Por tensión.

Por no saber qué sienten exactamente…

y eso las vuelve locas.

¿Sabes cuándo se declara una mujer?

Cuando ya no puede más.

Cuando su cuerpo la traiciona.

Cuando necesita saber si tú también estás atrapado.

Pero si te adelantas,

si rompes el hechizo,

si sueltas el “me gustas” antes de tiempo…

la arruinas.

Ella no quiere declararse por ti.

Quiere declararse por desesperación.

Por miedo a perderte.

Eso es lo que crea el JUEGO.

No declaraciones.

No cartas.

No flores.

Dominio.
Tensión.
Obsesión.

atte.: Tu hermano mayor,
Iván Barca